Entrevista amb Pau Pérez-Sales

Pau Pérez-Sales

Psiquiatre de l’Hospital La Paz de Madrid, consultor de l’Organització Mundial de la Salut, president de la Secció de Conseqüències Psicològiques de la Tortura de l’Associació Psiquiàtrica Mundial. És editor de la revista Torture Journal, i ha publicat recentment el llibre Tortura psicológica. Definición, evaluación y medidas.

 

Bibiana Ripol

 

«No podemos ser una sociedad que vive con miedo y que recurre a la tortura para

exorcizar sus demonios.»

 

¿Es útil la tortura?

La tortura no es útil, lo deja claro el Senado de Estados Unidos en su informe del año 2015 sobre el uso de la tortura después del 11-S. Cerca de 700 páginas demoledoras concluyen que no se obtuvo información relevante a través de su uso. Las investigaciones neurobiológicas del profesor Shane O’Mara demuestran que bajo tortura se olvidan y se distorsionan los recuerdos.

John Schiemann, un matemático que trabaja en modelos de ética, afirma lo mismo.
 

Donald Trump en sus últimas declaraciones sostiene lo contrario

La tortura no sirve. Sin embargo, hay un discurso populista en algunas películas de Hollywood que refleja lo contrario. En una de ellas se salva la vida de miles de personas, en un estadio de beisbol, torturando a quien se supone que sabe exactamente dónde está la bomba que va a estallar dentro de cuatro minutos. Un supuesto, desde luego irreal.

 

Hay quienes argumentan que la tortura es un mal menor

Hay un argumento ético que han puesto de moda algunos filósofos norteamericanos, como Stephen Kershnar, del sector neoconservador, que defienden que la tortura significa un daño éticamente menor. Esto abre el siguiente debate: si hay que torturar a 20 ciudadanos inocentes de apellido o barrio sospechoso para obtener información de dudosa utilidad ¿es éticamente aceptable? ¿Qué sociedad es aquella que acepta estos principios? ¿Puede mirarse al espejo? ¿Cuáles serán las consecuencias en las siguientes generaciones?

 

«La tortura consiste en determinar los límites de cada detenido para cruzarlos»

Beatriz Brenzano (Uruguay) – víctima de tortura

 

¿Cree que permitir la tortura beneficia electoralmente?

La tortura no es útil desde el punto de vista científico, ni aceptable éticamente. Pero, electoralmente, presentarse como un líder que va contra las “verdades establecidas” despierta simpatías.

Sorprendentemente, ser antidemocrático y fascista puede parecer ser un adalid de la libertad. Son las paradojas sociológicas que permitieron a Hitler llegar al poder.

 

Donald Trump se muestra partidario de restablecer la tortura por simulación de ahogo y técnicas de interrogatorio que prohibió Barack Obama…

Durante el gobierno de Obama se mantuvieron centros de detención e interrogatorios clandestinos con, por ejemplo, unidades especiales de barcos en aguas internacionales. El New York Times ha publicado varias series de artículos sobre el tema. Pero todo se mantenía dentro de unas formas y un control, ahora nos enfrentamos a la desregulación y el caos.

 

Vamos de mal en peor…

En los regímenes totalitarios se crean diferentes sistemas de inteligencia policial y militar. Así funcionaba el Chile de Pinochet, con tres instituciones diferentes que competían por detener y torturar. Ahora nos enfrentamos a la desregulación, a un sistema político que da carta blanca a los peones del sistema para que diseñen cloacas y estas empiecen a funcionar. Toda acción tiene una reacción, y si una democracia como la de Estados Unidos entra en estas políticas, avala que otros gobiernos, con supuestamente menos tradición democrática, entren en la misma carrera. Este es el futuro que se empieza a visualizar… No es un futuro en que la tortura brinde seguridad, sino justo lo contrario.

 

¿Cómo ha evolucionado la tortura?

La tortura ha ido evolucionando a métodos cada vez más psicológicos, basados en la combinación de elementos que, tomados uno a uno, quizás no serían considerados tortura pero que, sumados, tienen un efecto mucho más devastador que el de la tortura física clásica.

 

¿Qué torturas dejan más secuelas, las físicas o las psíquicas?

El efecto de las torturas psíquicas es devastador y permanente.

 

En su libro habla de torturas limpias…

Es una expresión que alude a ciertas formas de tortura en que no se toca a la persona. Por ejemplo, tenerla en una celda de color uniforme (paredes, muebles, ropa…) sin ningún estímulo externo. Esto provoca síntomas psicóticos en cuestión de días. Y se alega que nadie ha “tocado” a la persona. Otro ejemplo es el uso de “ruido blanco”, sonidos que están bajo el umbral de la audición, pero que desquician a la persona, y que el Ejército Británico ha utilizado sistemáticamente dentro de sus protocolos de interrogatorio coercitivo. La tortura “limpia” es un eufemismo para hablar de ciertas técnicas que se usan en algunos países.

 

La mayoría de las técnicas de tortura utilizadas por la democracia son

torturas limpias porque, aunque pueden implicar un intenso dolor físico, no

dejan huella

 

Usted trata a víctimas de la tortura ¿Pueden llegar a superar las secuelas que les quedan?

Hay muchas formas de afectación, y hechos más graves que otros. Para un porcentaje muy importante de supervivientes, el daño es permanente. En terapia ayudamos muchas veces a convivir con las secuelas, pero estas permanecen latentes de por vida.

 

¿Cuál es el perfil del torturador?

Hay un perfil funcionario. Un perfil interrogador “profesional” que aplica técnicas de manual, entrenadas en centros de interrogatorio. No tiene mayor sutileza mental que la de ser capaz de disociar cognitivamente sus razonamientos éticos y buscar justificaciones que den cierta legitimidad moral a lo que hace. Generalmente relacionadas con que el fin justifica los medios.

Hay otro perfil de interrogador que encuentra gratificaciones directas, bien en forma de sensación de poder y omnisciencia, bien en forma de sentir que es posible experimentar con otro ser humano y observar su dolor. Conectaría más con la psicopatía.

El torturador sádico, por último, como tal, es una rareza. No es útil. Acaba generando problemas.

 

¿Existe el arrepentimiento en los torturadores?

El arrepentimiento ocurre a veces con el paso de los años, aunque en la única investigación rigurosa que tenemos, que realizó la doctora Leigh Payne, ella concluye que no hay arrepentimiento y que en los casos en que aparece está ligado a leyes de amnistía y son verbalizaciones funcionales al lograr la amnistía, no representan un arrepentimiento real. Pero sí se han dado casos de torturadores chilenos o argentinos que acabaron alcoholizados o con intentos de suicidio. No es la regla.

¿Existe la tortura en el Estado Español?

Había tortura en la época de Franco, continuó durante el inicio de la democracia y perdura en la actualidad. Los casos que más han llamado la atención internacional son los ligados al conflicto vasco, sobre los que existen estudios forenses de máximo nivel mundial que no admiten lugar a dudas, son reconocidos por las Naciones Unidas como torturas.

 

¿Y qué hay de los casos de tortura en España menos llamativos?

Son los que afectan al ciudadano de a pie detenido en comisarías locales de pueblos y ciudades, a los activistas de movimientos sociales, a los desahuciados, a los manifestantes…

 

¿Dónde se llevan a cabo estas torturas?

En las cárceles es donde existe la mayor cantidad de situaciones de malos tratos. También es habitual en la frontera y en los centros de internamiento de inmigrantes. No es posible afirmar que se trate de una política de Estado, pero sí que no se toman las medidas pertinentes por parte de las instituciones para investigar, documentar y sancionar los casos cuando se producen.

 

¿Por qué este silencio?

Se trata de un mal entendido corporativismo entre policía y cierta clase política y funcionarial. No es raro ver a ciudadanos que han sufrido malos tratos y que son falsamente contra- denunciados por resistencia o atentado a la autoridad. Lo que conlleva en la legislación actual elevadas multas y, eventualmente, cárcel para la víctima contra-denunciada. Y ello es posible porque los procesos judiciales son lentos y dolorosos para la víctima y porque el estigma asociado a la palabra tortura hace que muchas veces los jueces opten por simplemente dar credibilidad a la versión policial sin mayor trámite.

 

¿Qué podemos hacer ante tal situación?

Tener una claridad ética como sociedad. La tortura no sirve, no es útil, no es permisible, no es aceptable. No debe permitirse con nuestros impuestos ni siquiera como opción. Hay que ser contundente. El fascismo se asienta sobre el miedo. La democracia sobre la racionalidad. No podemos ser una sociedad que vive con miedo y que recurre a la tortura para exorcizar sus miedos y sus demonios.