- ¿Qué son las competencias digitales y por qué no existen los nativos digitales?
- ¿Qué factores influyen en el desarrollo de las competencias digitales? ¿Cuáles son los ejes de desigualdad? ¿Se reduce la brecha de género o se transforma?
- ¿Cuáles son las perspectivas de futuro? ¿Por qué es tan importante la educación digital y el acompañamiento?
Imagen: Robin Worral de Unsplash
Hacia una ciudadanía digital
La Asamblea General de las Naciones Unidas decidió, en su resolución A/RES/69/145, designar el 15 de julio como el Día Mundial de las Habilidades de la Juventud con el objetivo de concienciar sobre la importancia de invertir en el desarrollo de las habilidades de la juventud.
El desarrollo de competencias resulta un factor clave por la importancia que estas ostentan con relación a la educación o el empleo, pero también para la vida cotidiana y la participación activa y plena en la sociedad. Por lo tanto, desarrollar políticas y prácticas que mejoren las competencias resulta esencial para el conjunto de la ciudadanía y, por supuesto, también en el caso de los y las jóvenes.
Como expone Selwyn “el acceso a la tecnología es inútil sin las habilidades, los conocimientos y el apoyo para utilizarla de forma eficaz” (Selwyn, 2004:348).
La transición hacia una sociedad digital constituye uno de los principales retos del siglo XXI por sus profundas implicaciones sociales, económicas, políticas, culturales. Nos encontramos en medio de un proceso de digitalización de las ciudades, las administraciones, las empresas, las instituciones, los hogares.
En este contexto, las competencias digitales toman una relevancia central, puesto que constituyen parte esencial de la construcción de la ciudadanía digital. Choi define la ciudadanía digital como el conjunto de “habilidades, pensamientos y acciones relativos al uso de Internet, los cuales permiten a la gente comprender, navegar, relacionarse y transformarse a uno mismo, a la comunidad, a la sociedad y al mundo” (Choi, 2016:20).
En lo que se refiere a la construcción de la ciudadanía digital de la juventud subyacen, a grandes rasgos, dos tendencias, en cierto modo contrapuestas, pero con impactos similares en cuanto a la consideración que implican sobre las competencias digitales de los y las jóvenes.
Por una parte, se observa una tendencia a entender la construcción de la ciudadanía digital desde un punto de vista fundamentalmente adultocéntrico, que se basa en una no concepción de la juventud como sujeto activo. Desde este punto de vista, el desarrollo de competencias digitales suele tener un objetivo más bien instrumental.
Por otra parte, también se observa una tendencia a entender la construcción de la ciudadanía digital de la juventud desde la concepción de la población joven como nativos digitales. Bajo esta premisa se diluye la importancia de las competencias digitales y se ignoran las profundas desigualdades existentes entre los diferentes colectivos de personas jóvenes, entendiendo a la juventud como una masa homogénea, que se desarrolla de forma autónoma en la sociedad digital y que participa de forma igualitaria de esta.
Sin embargo, si entendemos la construcción de la ciudadanía digital como un proceso complejo y otorgamos a las competencias digitales el valor que requieren, observamos que las competencias digitales de la juventud ni son nativas, ni son ajenas a las desigualdades.
Las desigualdades sociodigitales, también entre jóvenes
Los datos de la Encuesta Brecha Digital en España 2022, la primera encuesta estatal enfocada exclusivamente al análisis de la brecha y la capacitación digital, desarrollada por la Fundación Ferrer Guardia, han permitido hacer visibles dos cuestiones clave en este sentido.
Por una parte, los datos han mostrado la elevada incidencia que tienen algunas de las variables sociodemográficas que inciden en la prevalencia de las desigualdades sociales, también en el desarrollo y prevalencia de las desigualdades en el entorno digital. Esto, a su vez, muestra la elevada interseccionalidad de las desigualdades sociodigitales, así como la necesidad de prestar la debida atención a las cuestiones estructurales y sistémicas que subyacen en el desarrollo y mantenimiento de estas.
En este sentido, los datos han permitido observar que la edad, nivel de estudios y situación socioeconómica constituyen algunas de lasvariables clave que, junto con el género, condicionan la inclusión digital de las personas. Así pues, si bien es cierto que la edad constituye una variable clave y que, en general, las personas jóvenes muestran niveles de acceso, uso, competencias digitales y aprovechamiento digital mayores en comparación a las personas de mayor edad, no podemos caer en el error de pensar que las personas jóvenes, por el hecho de ser jóvenes, no sufren desigualdades sociodigitales, ni de pensar que se trata de un colectivo homogéneo.
Los análisis realizados nos han permitido constatar que en condiciones socioeconómicas similares y, más aún, bajo niveles de estudios similares, las diferencias por edades se diluyen o se matizan.
En lo que respecta al desarrollo de competencias digitales, se ha podido observar que, si bien se observa una tendencia que indica que a menor edad mayor nivel competencial, existe una elevada incidencia de las siguientes variables:
- Nivel de estudios: conforme aumenta el nivel de estudios alcanzado, también aumenta el nivel competencial.
- Actividad principal: tanto las personas que están estudiando como las que se encuentran en activo a nivel laboral tienden hacia un mayor aprovechamiento y desarrollo competencial.
- Nivel de ingresos: a mayor nivel de ingresos, especialmente a partir de los 1.800 €/mensuales, mayor aprovechamiento y desarrollo competencial.
Además, los análisis realizados han permitido constatar que el nivel de competencias digitales no solo es desigual entre distintos colectivos o perfiles de personas jóvenes, sino que también se observan diferencias en función de las áreas competenciales que se analizan.
Tal y como se puede observar en la tabla comparativa, las áreas competenciales relativas al acceso a la información y uso de dispositivos digitales, así como la comunicación y la colaboración, constituyen los ámbitos competenciales más extendidos entre las personas jóvenes. En cambio, la creación de contenidos digitales, las cuestiones relativas a la seguridad y el bienestar y a la resolución de problemas son, en general, las áreas competenciales en las que se observan mayores niveles de desigualdad.
En esta misma línea, se observa que las desigualdades en clave de género también se hacen más notables en estas áreas. Sin embargo, como justificaremos a continuación, el análisis a partir de las variables edad y sexo no es suficiente para analizar estas desigualdades, sino que se ha hecho necesario incluir en la ecuación un mayor número y diversidad de variables explicativas.
Las actitudes hacia las TD son clave y existe brecha de género
Por otra parte, los datos también muestran desigualdades sociodigitales entre las personas jóvenes en cuestiones como los niveles de autoconfianza digital; autopercepción de las capacidades y habilidades digitales; o las percepciones respecto a la inclusión o exclusión digital. En este sentido, se ha podido constatar que la perspectiva de género resulta clave para analizar los resultados respecto a las actitudes sobre las tecnologías digitales.
Uno de los aspectos especialmente interesantes de la encuesta es el hecho que mide las percepciones de las personas en cuanto a su relación con las TD. Esto resulta interesante porque, tal y como ha mostrado la literatura desarrollada en torno a estas cuestiones, lo que motiva cualquier uso avanzado de las TD son las actitudes hacia ellas. Es decir, sabemos que, aunque un individuo posea las condiciones de accesibilidad y las habilidades necesarias, si no existe la actitud (interés, motivación, etc.) es menos probable que decida realizar dicho uso complejo.
Así pues, en el análisis de los datos de la Encuesta se enfatiza la relevancia de las actitudes en relación con las competencias digitales, principalmente en lo que se refiere a la autopercepción y la autoconfianza digital.
En este sentido, se han observado diferencias en la autopercepción de competencias en función del sexo que podrían explicarse, al menos entre los hombres y mujeres de edades y nivel de estudios similares, por los impactos que tiene sobre la autoconfianza de las mujeres, la socialización en sociedades patriarcales.
Un ejemplo de la distancia entre las autopercepciones genéricas sobre el nivel de competencias digitales y la realidad en las capacidades concretas se da entre las personas más jóvenes. Es decir, se ha podido observar que las personas más jóvenes tienden a sobreestimar su nivel de competencias digitales.
Según los datos de la encuesta, las personas jóvenes entre 16 y 29 años mostraban la autopercepción de competencias más elevada del conjunto de la muestra, con un promedio de 7,3 en una escala de 0 a 10. Sin embargo, observamos que, al analizar el nivel competencial de forma exhaustiva para las distintas categorías, las diferencias con los grupos de edad menores de 65 años se reducen, especialmente en aquellas competencias digitales más complejas.
Además, si tenemos en cuenta otras variables como el nivel de estudios, estos resultados también se matizan considerablemente.
Las variables sociodemográficas, por tanto, son relevantes en la explicación de la autopercepción de competencias, pero se ven matizadas por el poder explicativo de las variables relativas a las competencias digitales, así como otras variables actitudinales.
Se ha podido observar la relevancia de las variables sociodemográficas, especialmente la edad (a más edad se observa una percepción de las propias competencias digitales más baja), el nivel de estudios (a mayor nivel de estudios mayor percepción de capacidad). Además, observamos que el nivel de estudios modula la fuerza explicativa de la variable edad, de forma que la combinación de personas jóvenes con estudios primarios reduciría el nivel de competencias, mientras que aumentaría en las personas de más de 65 años con estudios superiores.
A partir de los análisis basados en un modelo de inteligencia artificial con el algoritmo “Random Forest” podemos observar como la introducción de otras variables reduce el efecto de las variables sociodemográficas. Es especialmente relevante en el caso de la variable sexo. Sin embargo, la edad se mantiene como una variable muy relevante. Así, observamos que el dominio de las distintas competencias digitales incrementa la autopercepción, aunque lo hacen con especial intensidad las competencias más complejas como, por ejemplo, la creación de contenidos digitales, los usos ofimáticos o relacionados con la resolución de problemas. Asimismo, la frecuencia en la que se utilizan los dispositivos digitales también incrementa o reduce la autopercepción de las competencias digitales.
Finalmente, se observa que las variables actitudinales resultan clave. En este sentido, se observa que la autoconfianza digital, es decir, la percepción de capacidad para afrontar los retos tecnológicos que se puedan presentar, también contribuiría a explicar la autopercepción de las competencias. Lo mismo sucede con la percepción de exclusión digital (a mayor percepción de exclusión menor nivel de autopercepción de competencias digitales) o el hecho de necesitar ayuda de otras personas para desenvolverse en el entorno digital (quienes dependen del apoyo de terceros muestran menos autoconfianza digital y también menor percepción de competencias digitales).
La autoconfianza digital está estrechamente relacionada con la autopercepción de las competencias digitales. En este sentido, podemos observar que el promedio de autopercepción de competencias digitales aumenta conforme aumenta la autoconfianza digital. Se observan diferencias destacables en función de las variables sociodemográficas, sobre todo en lo que respecta a la edad, pero de nuevo, también es necesario tener en cuenta otras variables como el nivel de competencias digitales. En este sentido, se ha podido observar que las personas que muestran mayor confianza para poder afrontar los retos digitales son también capaces de adquirir conocimientos de manera autónoma, siendo esta su principal estrategia para enfrentar los posibles nuevos retos tecnológicos. Por el contrario, las personas con menor autoconfianza digital dependen en mayor medida del apoyo de otras personas para desenvolverse con las Tecnologías Digitales, lo que las hace también más proclives a sentirse excluidas digitalmente.
Así pues, se constata la complejidad del fenómeno de la brecha digital también entre las personas jóvenes, y la importancia del desarrollo competencial y del abordaje de las desigualdades que se producen en este sentido. Si bien es cierto que se observa una tendencia al cierre de la brecha digital de género en el desarrollo de competencias cuando se producen situaciones de equidad en el nivel de estudios, situación socioeconómica, capital cultural y social, nos encontramos, quizás, más bien en un proceso de transformación de las características de esta brecha digital de género que provoca que esta no haya desaparecido sino, más bien, transformado. Nos encontramos, pues, ante la existencia de una brecha digital de género que, más allá de las cuestiones de acceso, afecta al desarrollo competencial y al aprovechamiento o uso de calidad de las tecnologías digitales. En especial destacan las desigualdades condicionadas por el género en relación con las actitudes hacia las tecnologías.
En esta misma línea, otros estudios también han mostrado la permanencia de las brechas digitales de género. Tal y como apunta la OCDE, la reducción de la brecha digital de género no es únicamente una cuestión que permite asegurar la igualdad de género y, por tanto, se relaciona con los derechos humanos fundamentales, sino que resulta clave para una economía moderna y prospera que proporcione un crecimiento inclusivo y sostenible.
Las implicaciones a futuro de estas desigualdades digitales de género resultan evidentes. Tal y como expone la Comisión Europea, actualmente hay alrededor de 9 millones de especialistas en TIC en toda la Unión Europea y menos de una quinta parte de ellos son mujeres. El objetivo de la UE para la transformación digital, requiere disponer de 20 millones de especialistas en TIC para 2030, con un equilibrio más equitativo entre hombres y mujeres. Sin embargo, el camino por recorrer, como podemos ver, aún es largo. Aunque el 54% de todos los estudiantes de educación superior en la UE son mujeres, solo representan alrededor del 25% de todos los estudiantes TIC. En 2021, el número de mujeres graduadas en TIC que trabajaban en el sector fue aún menor, con solo el 19%. Si bien es cierto que se ha producido un ligero aumento en los últimos años (del 15% en 2015), es un crecimiento bastante lento.
El grueso de la literatura coincide en identificar algunas causas comunas a esta brecha digital de género en Europa. En este sentido, se apuntan los sesgos de género inherentes en la educación digital; las normas socioculturales y los estereotipos de género; y la falta de modelos femeninos de referencia (por falta de visibilidad, no de existencia). Distintos estudios apuntan al impacto de los discursos arraigados y los estereotipos, la cual cosa se manifiesta en importantes impactos sobre la autoconfianza y autoeficacia de las mujeres en relación con las tecnologías digitales. Los datos de 2018 de la OCDE muestran que incluso las niñas que recibieron el mismo tipo de educación digital que los niños califican sus propias habilidades por debajo de sus homólogos masculinos.
Más allá de las cuestiones relativas al impulso de las capacidades digitales y las vocaciones STEM, no existe un volumen equiparable de producción científica en torno a otras cuestiones que se derivan de esta brecha digital de género. Sin embargo, las experiencias de las mujeres y la relación con las Tecnologías digitales difieren más allá de estas cuestiones. La brecha digital de género comporta un amplio abanico de impactos que van desde el desarrollo competencial, las cuestiones autoconfianza y autopercepción digital, que se han comentado, hasta las violencias en la red; los consumos culturales digitales y los sesgos de género; las posibilidades de participación en línea y de incidencia sociopolítica; etc.
En la defensa y promoción de las habilidades de las personas jóvenes no podemos obviar los impactos de los procesos de transformación digital. Para ello es necesario abordar las desigualdades sociodigitales y hacerlo comprendiendo que no se trata de cuestiones únicamente tecnológicas, sino que se trata de cuestiones estructurales. No solo es imprescindible abordar las desigualdades, sino que necesitamos promover y proteger activamente los derechos digitales, especialmente los de aquellos colectivos más vulnerables.
Referencias bibliográficas
Choi, M. (2016) A concept analysis of digital citizenship for democratic citizenship education in the digital age. Theory and Research in Social Education, 44, 565-607.
Selwyn, N. (2004) Reconsidering Political and Popular Understandings of the Digital Divide. New Media & Society, 6(3), 341-362.
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